CARTA A MI NIÑA DE 9

MERECES LO QUE SUEÑAS


 Beatiful. Bocanada. Gustavo Cerati. 1999




Hija de Marvel


 


Cuando tenía 9 años mi casa era un lío bárbaro.

Yo no lo sabía porque cuando tenía 9 años los adultos no me decían nada sobre los líos que resolvían.

Eran superhéroes que guardaban el secreto de sus misiones para no ponerme en peligro.

(No sé cómo Marvel no hizo aún una película sobre mi mamá y mi papá


en los 80´s)


Mientras ellos resolvían el caos mundial/familiar yo armaba un mundo paralelo en mi habitación.



Se dice de mi


 


Cuando  los adultos hablan de Mí Yo de esa época dicen, muy sueltos de cuerpo: " Ella nunca nos dió trabajo" (a diferencia de mi primer año de vida que, según ellos, lloré todas las noches y recuerdan con algo de culpa "la queríamos devolver")


Como te decía, en esa época en que "los villanos" venían en forma de hiperinflación o en forma de bipolaridad y querían destruir nuestra tranquilidad hogareña descubrí la paz de mi pieza (queda lindo decir habitación pero nosotros le decimos pieza)

 


Una pieza propia


 


En ese espacio de 3x4 aprendí a no dar trabajo  y empecé a pasar al papel lo que tenía en la cabeza.


A eso hoy le llaman escritura personal o llevar un diario (un nombre un poco más glamorosos si decís habitación es morning pages)


 


Innombrable


 


Yo no le ponía nombre, solo escribía. Lo hacía en cuadernos lindos, en el mejor de los casos, en agendas viejas que nadie había inaugurado o en blocks de papeles amarillentos que encontraba por mi casa.


Escribir era mi manera de hablar, de parar la cabeza, de bajar al papel todas las ideas, pensamientos y enojos que estaban ahí adentro.


 


La ceremonia que no fue



No pensaba "voy a escribir" escribía.


No hacía toda la ceremonia: un escritorio de roble, una libreta Moleskine y una lapicera de tinta con un whisky al lado. No, no necesitaba todo ese biri biri cultural que hay alrededor de "EL escritor". Ni lo conocía ni lo tenía y a los 9 años tenía prohibido tomar whisky.

Escribía para mí. No para los otros. No había un juez evaluando mi narrativa. Ni juez externo ni interno. Yo solo escribía.


Escribiendo me aliviaba. Fue y es de esas actividades que me curan.


 


Primero leo, luego no escribo


 


Pasaron los años y me convertí en una adolescente melancólica, introspectiva y malhumorada que se dedicó a la lectura.

Escribía en el margen de los libros alguna idea suelta pero nada más.


Cuando me hice "grande" seguí con la lectura, me dediqué al diseño y me creí el personaje del escritor con "un escritorio de roble, una libreta Moleskine y una lapicera de tinta con un whisky al lado" y a eso le sumé el talento innato, el venir de una familia de intelectuales, el SER ELEGIDO ESCRITOR.


Como yo no cumplía con ninguno de esos requisitos: chau pichu la escritura.


 


Bienvenida a mi mundo crisis


 


En el año 2016 me encontré nuevamente en la soledad de mi pieza con un mundo exterior que se caía a pedazos.

Mi mundo.


Mi vida era un lío bárbaro, tenía a mi propia niña de 9 años y ya no tenía superhéroes personales que me resolvieran el caos. O sí, pero ya no daba.


En ese momento volví.


 


El retorno del Jedi


 


Mi reconexión con la escritura y con mi yo más auténtico, mi niña de 9 años, se dió en los últimos 2 años cuando entendí y, fundamentalmente, acepté que no existe tal cosa como: los ELEGIDOS

Que no hay una forma correcta de hacer lo que DE VERDAD me gusta.

Que equivocarme mientras hago ESO que me causa placer, me sana y con lo que estoy en comunión forma parte de mi proceso y de mi propia forma.


Quizás mi frase de cabecera de estos últimos años no es tan poética como la frase de Gustavo  "mereces lo que sueñas" pero a los fines prácticos me funciona muy bien:



Niña, viniste a hacer lo que se te canta


 


PD 1: Este texto se lo escribí a tu niña de 9 años que sabe perfectamente que es ESO que viniste a hacer y que mereces lo que sueñas




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